19 febrero, 2019
Invertimos cientos y cientos de horas en diseñar políticas de recursos humanos, en promocionar los valores de la empresa a todos sus colaboradores a través de innovadores planes de comunicación y en concienciar a todos los cuadros de mandos de la empresa que éste es el camino correcto para crear una cultura organizativa que se convierta en la principal causa de atracción y retención del talento.
A priori, parece un escenario perfecto para conseguir el compromiso de nuestros colaboradores. Es nuestro escaparate. Lo que hace que las personas con talento se acerquen a nuestra organización y “deseen” trabajar con nosotros y contribuir a los objetivos comunes que nos planteamos.
¿Qué dicen las estadísticas al respecto?
Sin embargo, los datos nos devuelven a la cruda realidad. Vamos a fijarnos en dos segmentos demográficos que por su espíritu crítico y por ser la fuerza laboral no solo del futuro, sino de nuestra realidad actual, debemos tener muy en cuenta. Los Milenials y la generación Z.
El estudio anual de Deloitte “2018 Deloitte Millennial Survey” entre muchos datos interesantes nos indica que el 43 % de los Milenials no se ven en la misma empresa dentro de dos años, y solo un 28 % confía en seguir trabajando en la misma organización dentro de cinco años. Más triste es la respuesta del 61 % de los integrantes de la generación Z, que dejarían su empleo si se les presenta otra oportunidad.
Podríamos achacar esta inestabilidad laboral a muchas causas; precariedad en los contratos, crisis económica, etc.., pero el informe de referencia apunta a un hecho alarmante; la ausencia de valores en las empresas y de comportamientos éticos.
Centrándonos en la cuestión de nuestros valores corporativos ¿Qué nos indica este dato? ¿Dónde estamos cometiendo el error? ¿no será acaso que nuestro escaparate no es el fiel reflejo de la cultura real que se vive en la empresa?
Breves ejemplos de incoherencia en la cultura empresarial.
La cultura empresarial no es más que la suma de los comportamientos de las personas que las integran, y los comportamientos son heredables. En el mundo laboral, lo que hacen nuestros directivos y mandos intermedios es lo que se transmite a los equipos, y en el fondo es la cultura que se respira.
Pongamos un ejemplo:
Nuestra política de recursos humanos nos dice que nuestros procesos de selección deben ir enfocados fundamentalmente a reclutar a las personas que estén alineadas con los valores de la compañía, sin embargo, el directivo que toma la última decisión pone por encima la capacidad funcional y la “urgencia” en cubrir el puesto de trabajo, ignorando los informes que recomiendan no contratar a una persona en cuestión por considerar que no se ajusta los valores que buscamos.
Otro ejemplo. La flexibilidad horaria es una de nuestras herramientas que estamos mas convencidos nos aportan un valor añadido como empleador, pero, puedo ocurrir, que pongamos unas reglas muy estrictas para que pueda disfrutarla el colaborador en condiciones normales. Ahora bien, en situaciones de crisis o de sobrecarga de tareas, la flexibilidad a favor de la empresa no tiene límites.
Podríamos seguir ilustrando situaciones cotidianas que hacen que nuestros empleados no vean reflejados los valores de la empresa en los comportamientos que observan diariamente, situación que los puede llevar a la convicción de la ausencia de los valores que publicitamos.
No es de extrañar que nuestros colaboradores mas jóvenes sientan, referenciado de nuevo el Informe de Deloitte, que no están de acuerdo con las prioridades de los líderes de las actuales empresas, donde priman los resultados económicos, la rentabilidad y la productividad. Y ante esa falta de “feeling” se produzca la desconexión y la falta de compromiso.
Aprovechar la oportunidad está en nuestras manos.
Pero hay buenas noticias, en aquellas empresas donde las personas se sienten identificadas con sus valores, tienen ambientes estimulantes de trabajo, y hacen un esfuerzo y un gran trabajo por desarrollar el talento, los resultados son exitosos y la rentabilidad y productividad son una consecuencia lógica.
Aprovechemos la oportunidad que tenemos. Seamos coherentes. El medio para conseguir los objetivos económicos es más importante que el fin, y es lo que distingue a las empresas exitosas que pueden conseguir el compromiso de sus empleados y atraer el mejor talento del mercado.